Cuando mueres, ¿ todo se acaba? ¿Y si hubieras nacido más de una vez?
Una historia de amor atemporal de dos almas
Deshojando el Tiempo es una historia de amor atemporal de dos almas, de dos esencias, de dos seres que se aman de todas las formas imaginables posibles a través de los siglos. La narración se desarrolla en poco más de tres mil cuatrocientos años y cuenta la historia de dos seres se van reencontrando a través del tiempo en diferentes lugares, con diferentes nombres, con diferentes géneros, en diferentes circunstancias, en diferentes tiempos pero cuyas esencias de alma siempre son las mismas. En este viaje histórico y a la vez personal, los protagonistas, cambian de nombre, de raza, de género, de idioma pero cada vez que se reencuentran se reconocen. Reconocen el brillo de sus almas, sus esencias, sus fragancias, sus vibraciones y un sentimiento que no cambia a través de los siglos: el amor.
Deshojando el Tiempo es una historia de reencuentros y pérdidas, de alegrías intensas y pesares profundos
Deshojando el Tiempo es una historia de reencuentros y pérdidas, de alegrías intensas y pesares profundos, de muerte y resurrección que nos lleva al Egipto de Akenatón, a la Babilonia de Nabucodonosor, a la Jerusalén de Juan Zebedeo, a la Norteamérica de los indios hopi, al Toledo de la Inquisición, al Tahuantinsuyo durante la llegada de los conquistadores, y a los terribles días de Stalingrado de la Segunda Guerra Mundial.
Todas estas historias están vertebradas por los recuerdos de un anciano de edad indefinida que después de un largo proceso de aprendizaje, y antes de su mahasamadhi, ha logrado acceder a su registro akásico o memoria del alma.
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Carlos siempre tuvo la sensación de que su vida iba a estar marcada por una búsqueda que en ese momento no sabía cuál era. Después de terminar la escuela, se matriculó en la universidad, en la carrera de Economía. Abandonó la carrera a mitad de camino. Se dio cuenta de que se estaba engañando a sí mismo. «Me gusta la economía. Pero no soy apasionado, no me hace soñar”, se dijo. Si sigo este camino, seré un buen economista pero nunca seré un creador. Esa última frase resonó en su cabeza: “Si haces lo que te gusta, estás creando, si no estás obedeciendo”.